LOBA

Sólo para adultos

 

Indómita, salvaje, hermosa, irresistible, tremendamente peligrosa y ... está en nuestro tiempo. A pesar de que ahora es humana y ya no tiene sus poderes, la reina de las lobas regresa más loba que nunca, dispuesta a reclamar el lugar que le pertenece y a encontrar a alguien a quien amar. El magnetismo que desprende no pasará desapercibido entre los hombres, sin embargo, en el fondo de su corazón, arde en deseos de entregar su cuerpo y su alma al único hombre que la ha amado. Porque hay amores que sólo pasan una vez en la vida...

Más magia
Más emoción
Más pasión
La Reina de las Lobas...
ha vuelto...

 

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¡¡¡PRIMICIA!!!

Así empieza LOBA...

 

"Era una apacible noche de verano, soplaba una suave brisa estival que hacía bailar suavemente las florecillas que crecían al borde del río, mientras las frescas  y límpidas aguas del río corrían impetuosas y dejaban ver en su seno pececillos multicolores que refulgían como si fuesen de oro al ser iluminados por un rayo de una majestuosa luna llena que coronaba el firmamento con su extraordinaria y sobrenatural belleza. En aquel apacible rincón del bosque, se alzaban solemnes hermosos y robustos árboles frutales que habían crecido salvajes y sus frutos perfumaban aquel lugar con un suave aroma a cítricos. Las florecillas que crecían al borde del río parecían inclinarse para mirarse en las aguas cual narcisos. El cielo estaba salpicado de estrellas y un tímido rayo de luna se coló entre los árboles iluminando el sendero de dos sombras que se encontraron en aquel rincón. Ambas iban ataviadas con sendas capas oscuras, para protegerse del resto del mundo. Una de las sombras era más alta y robusta que la otra, enseguida dejó caer al suelo la capa dejando al descubierto a un hombre joven, de complexión fuerte y alto. Su larga melena negra como el azabache se dejó caer sobre sus hombros y sus ojos verdes cristalinos emitieron un brillo peculiar. El joven se arrodilló frente a la otra sombra, cogió una mano menuda y grácil que asomaba tímidamente entre la capa y la colmó de besos al tiempo que se mostraba agradecido porque acudiera puntualmente a la cita. El joven buscó la mirada que se ocultaba bajo aquella oscura capa a la espera de una respuesta, pues sentía que su corazón estaba desbocado. Al entrar en contacto con aquella suave y sedosa piel sintió un escalofrío que se deslizó por su columna y si hubiera estado de pie, habría perdido el equilibrio ante aquella hermosa y a la vez aterradora sensación. La segunda sombra al fin dejó caer la capa al suelo, quedando al descubierto una joven de cabellos castaños y ojos color miel que observaba con cierta devoción al joven que tenía postrado de rodillas frente a ella. La muchacha reveló cierto rubor en sus mejillas que se veía acentuado ya que su piel era blanca y lustrosa.

“Estoy loco de amor por vos, anhelo haceros el amor como otras tantas noches... No puedo esperar... no puedo esperar para haceros mía”, musitó el joven al tiempo que se abrazaba a la muchacha y ella, a su vez, le acariciaba con cierta ternura sus negros cabellos. “Os echaba de menos... No deberíamos dejar de vernos ni una sola noche...”, respondió ella. El joven alzó la cabeza sonriendo como un niño que está a punto de hacer una travesura. Se puso en pie y se apartó unos pasos de la muchacha para observarla mejor, cómo la deseaba. Aunque conocía cada recoveco de su piel y de su cuerpo, siempre anhelaba más y cada noche, con cada beso, con cada caricia, descubría un nuevo rincón en ella al que amar, donde dejar su huella para siempre y ella consentía, porque también lo amaba y lo deseaba. Se acercó cual depredador a su indefensa presa y se situó detrás de ella. La atrajo hacia sí, la abrazó como si la apresara y su boca comenzó a mordisquear ligeramente su cuello, ella dejó escapar un gemido y echó la cabeza hacia atrás, entregándose sin reservas. Su boca descendió entre mordiscos, lametones y besos húmedos del cuello de su amante hasta ese delicioso rincón entre el cuello y los hombros, al tiempo que sus manos masajeaban los pechos de la joven con vehemencia por encima del vestido, los apretó, les dio forma entre sus dedos y cuando no pudo contenerse más..." 

 

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